Olor a geronte, ruido a cirugía, la aguja
del suero me traspasa las capas de la piel, postrado en una cama ortopédica por
un idiota que no me vio pasar. Nunca me iba a imaginar que yo te presenciaría,
pero así fue. Roberto German Cuallo, 65 años, un viejo alcohólico, sin familia
ni pasado, perecía de estado de coma, ya hacia 3 días. Lo trasladaron un día
antes que yo llegara, eso me contó la enfermera, con la que charlo por la noche
antes de que todo se vuelva en un silencio oscuro
y pesado, donde me concentro en ese sonido simple pero atronador, el sonido de
sus pulsaciones de esa maquina. Por momentos me dormía y soñaba escucharlo, la
soledad que uno pasa dentro de un hospital te lleva a una locura exagerada,
pero real. Mi única concentración se basada en ese ruido, era lo único en lo
que pensaba, pensaba en mi muerte, en la muerte de todos. La frecuencia se empezó
a transformar en cada vez mas lenta, un aire mas pesado se predecía, me empezó a
faltar la respiración, mis pulsaciones subieron y las del gerente bajaban, y cada vez mas, el fluorescente del velador
parpadeaba, me sentía pegado al colchon, empecé a transpirar y cada vez mi
sangre bombeaba mas rápido y la del anciano alcohólico mas lento, era una sincronización
perfecta, era una sensación que me gustaba pero a la vez me asustaba; mi alma quería
escaparse pero mi piel luchaba para contenerla, me sentía atraído por un imán
gigante, una sofocación de energía pura, imaginen que acercan un imán muy potente a una
laptop, esa fue mi sensación. De pronto como cuando cae un rayo y queda todo
apago por unos segundos, hasta la conciencia; el ruido seguidito en escalas
pausadas, se convirtió en un solo sonido continuo sin música, el aire se
aliviano y me despegue de la cama.
Que no che tan agitada no? Después de eso
me dormí como un prematuro y me acabo de despertar, si, el viejo se había muerto
obviamente, no es necesario que me lo digas meri.- meri era la enfermera con la
que charlaba-. Yo viví la muerte sin haberme muerto.
FIN